lunes, 6 de diciembre de 2010

Uno de 12. Migrantes



Inició diciembre y el retorno temporal de miles de paisanos que radican en Estados Unidos, muchos menos de los que regularmente nos visitan. Estos días escucharemos discursos de todas las dependencias de gobierno relacionadas con el tema, de los legisladores, las asociaciones civiles y seguramente muchas empresas afinarán sus estrategias publicitarias para quedarse con un poco del dinero que vendrán a gastar los migrantes que nos visitan.





Es lugar común decir que las remesas y el dinero que gastan los migrantes durante sus visitas son uno de los tres motores de la economía de México y principalmente de Michoacán; es también un tema trillado escribir sobre los abusos que sufren por parte de las autoridades (y también de la gente) durante su viaje y su estancia en sus respectivos poblados. Tal vez habría que ponerse del otro lado y entender el proceso desde los zapatos de nuestros paisanos.





¿Porqué vienen realmente? ¿Qué es lo que los ata con estas tierras que dejaron hace mucho? Más aún, ¿cual es la impresión que les damos los que nos quedamos? ¿De verdad sueñan con regresar a México? ¿Porqué cada vez vienen menos?





Aunque no durante mucho tiempo, pero también he sido migrante y sin duda lo que nos ata a un lugar es nuestra gente y el montón de recuerdos que tenemos de él. Una constante también es la idealización de lo que dejamos. Sin embargo, el choque con la realidad al regresar es tremendo; tanto, que el sueño para los migrantes que vienen a pasar las fiestas decembrinas sólo dura unas cuantas semanas, si no es que menos.





Es inevitable citar ese magnifico libro de Octavio Paz, El Laberinto de la Soledad, donde habla de la necesidad del mexicano de embriagarse y disfrutar aunque sea por unos momentos antes de que la realidad se encargue de recordarle su desgracia y sus carencias; aunque sea uno de los 12 meses del año.





Las jornadas de trabajo en los campos y las fábricas de Estados Unidos sólo son soportables si se tienen un ideal, una familia que mantener o la ilusión de estar con los seres queridos aunque sea unos días de diciembre. En su libro El hombre en busca del sentido, Viktor Frankl explica cómo cualquier dolor es soportable si se le da un sentido, seguramente los estadounidenses que emplean a nuestros paisanos no podrían entender que aún el trabajo en la ilegalidad, las humillaciones y estar en un país lejano pueden sobrellevarse porque tarde o temprano llegará diciembre y habrá que ir a gozar un poco después de haber sufrido durante once meses.





Los ciclos después continuarán, regresarán a sus lugares de trabajo, algunos decepcionaos de la inseguridad que se vive en su país de origen o de la falta de capacidad de las autoridades para poner en orden las vialidades, la educación y la economía. Otros cruzarán la frontera recordando los buenos momentos y con la ilusión de “juntar un dinerito” para regresar para siempre. Los menos afortunados ni siquiera vendrán a pasar Navidad a su patria pues son ilegales y con el endurecimiento de las medidas migratorias, la inseguridad en México y la aún mala situación económica que se vive en EEUU tendrán que quedarse añorando las tradiciones de su país y a preparase para un año más de trabajo en “la jaula de oro”.

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