lunes, 20 de diciembre de 2010

Competencia electoral, bien ¿y la económica?

En 1997 --como fecha simbólica—los mexicanos le dimos la bienvenida a la competencia electoral, en ese entonces el Partido Revolucionario Institucional perdió la mayoría que siempre tuvo en la Cámara de Diputados además de perder la jefatura de gobierno del Distrito Federal. En el 2000 por primera vez en la historia el PRI perdió la Presidencia de la República frente al Partido Acción Nacional que abanderó Vicente Fox Quezada. Nuestras instituciones fueron sufriendo trasformaciones que le dieron al sistema político mexicano una verdadera competencia electoral fincada básicamente en tres fuerzas políticas (PRI, PAN, PRD). El voto “cruzado” es ahora una constante en muchos distritos, la gente puede votar por un partido para una diputación y a la par votar por el candidato de otra fracción en una presidencia municipal o gubernatura. Eso le pone sal y pimienta a la democracia (electoral) mexicana, la hace dinámica y –-a pesar del desprestigio de los políticos y el monopolio de los partidos —provoca que cada vez sean más serias las propuestas y que los gobiernos y representantes populares trabajen más.

No está a discusión que aún se carece de profesionalismo en la política y que los resultados que nos presentan nuestros gobiernos están aún lejos de lo que merecemos los mexicanos y de los estándares internacionales. Tampoco que los partidos políticos deben abrirse a la sociedad y promover reformas que permitan que cualquier ciudadanos pueda ser votado sin depender de la marca de una fuerza política; también es cierto que la reforma política para un Estado mexicano modernos aún sigue empantanada en las negociaciones del legislativo. Sin embargo, a pesar de todo esto no es aventurado decir que en política existe una verdadera competencia; para desgracia de todos los mexicanos, no podemos decir lo mismo en el sector empresarial.



México ocupa el lugar 66 de 139 países del mundo medidos por el World Economic Forum y lo peor, hemos descendido 6 lugares con respecto al año pasado. Aunque la Constitución Política prohíbe los monopolios en la práctica éstos son el pan nuestro de cada día: pagamos tarifas telefónicas altísimas, 90 por ciento del mercado de la televisión abierta se concentra en dos empresas, los monopolios del Estado como la Comisión Federal de Electricidad y Pemex dejan mucho que desear en los servicios y productos que ofrecen a los mexicanos. Todo esto a causa de vacíos legales que no le han dado la capacidad a la Comisión Federal de Competencia (Cofeco) para que pueda sancionar las prácticas monopólicas.



Hace unos días se discutió en el Senado de la República una minuta que procedía de San Lázaro para darle “dientes” a Cofeco para sancionar las prácticas económicas desleales. El debate estuvo intenso y al final de cuentas no se “descafeinó” la propuesta, es decir, ganaron quienes proponían mayores facultades para la Comisión de Competencia. El problema es que esta minuta regresó a la Cámara de Diputados (ahora cámara revisora) y tendrá que esperar a hasta el próximo año cuando inicie el periodo de sesiones para ver si es conveniente que se discuta. Cada día que esta iniciativa pase en el enorme congeladora del legislativo, son millones de pesos que los consumidores finales pagamos por la falta de competencia en el sector económico. El camino no es fácil, pero es posible, asín como el sistema político logró una competencia electoral, se puede lograr una apertura en la inversión y en la cantidad de oferentes de productos y servicios.



twitter: @victorzepeda

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