lunes, 9 de mayo de 2011

¿Y tú qué le estás enseñando a tus hijos? Corrupción

Por Víctor Zepeda


Desde hace tiempo Canacine y otras asociaciones han desplegado una campaña para concientizar a la gente sobre las implicaciones culturales de comprar películas pirata. "Y tú qué le estás enseñando a tus hijos" es el mensaje de la campaña que está centrado a los padres de familia pero que también tiene efecto sobre los hijos. Desde comprar una película pirata, darle una "mordida" al oficial de tránsito, "arreglarse" para agilizar trámites oficiales, comprar un título falso hasta sobornar a un juez son el pan nuestro de cada día en México. ¿Y eso en qué nos afecta? En mucho. Según estudios internacionales el costo de un país corrupto puede tener repercusiones en la reducción del crecimiento económico hasta en uno por ciento: bajas inversiones, empresas que cierran, pérdida de empleos, índices negativos en los estándares internacionales, etc. Hay cifras alarmantes que indican que los mexicanos gastamos hasta 17 por ciento de nuestro ingreso en "mordidas" y sobornos, es decir, 8 por ciento del Producto Interno Bruto anual. Esto equivaldría a un porcentaje mayor al gasto que se destina a educación y salud. La corrupción es un polarizador de la economía pues estos dinero van a parar a unas cuantas manos de vivales. Pero más allá del costo económico -que es mucho--, la corrupción lacera el Estado de derecho, le da la vuelta a las normar creadas para la justa convivencia social y le pone un precio a la justicia. En la vida cotidiana, es más práctico pagar la "mordida" para que no se lleven el coche al corralón, pues los días que se invertirán en recuperarlo aunado a la enorme cantidad de trámites que se deben hacer es el mejor justificante para continuar con este círculo vicioso: hay corrupción porque hay quienes están dispuestos a ofrecer dinero y se ofrece dinero porque el sistema es corrupto. ¿Quién debe dar el primer paso para superar estas práctica? Por un lado el gobierno debe ser enérgico con los funcionarios que se presten a estas acciones, pero por otro los ciudadanos deben poner de su parte denunciando estos actos y no siendo partes de ellos. En países como Estados Unidos, por ejemplo, si un ciudadano se atreve tan siquiera a insinuar una "mordida" a un policía puede ser acusado por intento de soborno. La campaña de Canacine puede parecer un intento lejano para combatir la corrupción, sin embargo ante la gravedad del problema apostarle a la educación de padres e hijos es una buena inversión que dará frutos a largo plazo. Ojalá generemos los mecanismos para erradicar estos actos que deberían avergonzarnos tanto a los ciudadanos como al gobierno.

www.victorzepeda.com

1 comentario:

  1. Arturo Avila Val10 de mayo de 2011, 7:18

    Víctor:

    He leído atentamente tu comentario sobre la corrupción en México y, sobre todo, sus efectos sobre la economía y vida nacionales.
    Sin afán de polemizar -ni mucho menos pontificar- al respecto, creo que el asunto de combate a esta práctica es de difícil acometida. ¿Por qué? Porque los habitantes de México seguimos pensando que las soluciones comienzan siempre en el vecino, y no en nosotros mismos:
    demandamos con ansiedad que las autoridades -municipales, estatales y federales- combatan la corrupción legislando al respecto, endureciendo las penas y castigando a los culpables. Empero, no nos asiste la misma ansiedad al momento de autorregularnos: no nos parece malo el estacionarnos en doble -o triple- fila para ir a algo ("es cosa de un minuto, oficial"), ni tampoco el darle una "propina" a quien realiza en favor nuestro una acción ilegal, ni tampoco el que un hijo se apodere de algo que no le pertenece ("vivillo desde chiquillo", "salió a su padre") ni, muchísimo menos, evadir fiscalmente cuanto nos sea posible. Tampoco vemos con malos ojos el comprar piratería, pagar una reventa, chatear en la oficina, sacar fotocopias personales o tomar materiales de la entidad para la que trabajamos, y un etcétera demasiado largo de cosas.
    Vivimos hastiados de la corrupción que campea en torno nuestro; sin embargo, no entendemos que esa masa difusa y gelatinosa que nos constriñe y detiene no es sino la conjunción de las omisiones de uno y otro y otro más. Así como aquel eslogan presidencial sostenía que "la solución somos todos", debemos entender que el problema es también una cuestión colectiva. Tal vez entonces volvamos hacia un camino de corrección -que comienza necesariamente en la autocorrección- y eventual transformación cualitativa de nuestra sociedad.
    Saludos cordiales.

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